jueves, 21 de noviembre de 2019

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Lean el cuento El testigo, de Claudio Biondino y resuelvan las consignas




Im-Annuel era el último ser viviente sobre la faz de la Tierra o, por lo menos, así lo creía. No había visto a nadie de su especie, ni de ninguna otra, desde hacía casi un siglo. Poco antes del Colapso había buscado refugio en las ruinas de una antigua ciudad humana, bajo los restos de un centro comercial que había logrado mantenerse en pie a pesar de los incendios y saqueos. Allí pasaba las Horas de Letargo, rodeado de computadoras y televisores que ya nadie iba a utilizar jamás. Por las noches deambulaba entre los edificios derruidos, contemplando el desolado paisaje urbano. Sabía muy bien que su destino estaba sellado. La falta de alimento lo llevaría a consumirse hasta las cenizas, en un proceso que era largo y doloroso para los seres de su clase.

Pero Im-Annuel no se había tendido a esperar el final ni se había arrojado al fuego diurno de la aniquilación. Su figura oscura, enjuta y algo encorvada había recorrido, a lo largo de muchos años, las bibliotecas humanas y los archivos secretos de los Primeros. Lo impulsaba el ansia por conocer el origen de los suyos. Había deseado alcanzar ese conocimiento casi tanto como volver a probar el sabor de la sangre. Pero ya no tenía hambre de sabiduría ni de vida. El hambre le había atormentado el cuerpo y el espíritu durante demasiado tiempo. Ahora ya casi no la sentía. En su lugar, sólo había resignación y debilidad.

Una noche clara, su derrotero sin rumbo lo llevó fuera de la ciudad. Mientras dejaba atrás aquella mortaja de acero, vidrio y cemento presintió, con alivio, que el final estaba cerca. Se alegró al ver la luna inmensa entre las estrellas. El cielo nocturno iba recuperando, pensó, la belleza anterior a los tiempos de la Gran Destrucción. Im-Annuel avanzó tambaleándose entre las dunas del desierto que se extendía en todas direcciones. No conocía los límites de aquel océano de arena, si es que los tenía. Quizá el resto del mundo no fuera más que un recuerdo sepultado bajo sus olas. Se hallaba inmerso en esos pensamientos cuando un destello lo deslumbró, tomándolo por sorpresa. Frente a él, a unos pocos metros, pudo distinguir una presencia luminosa; una figura brillante que lo observaba desde las dunas cercanas. Era un humanoide alto, delgado, de cabeza calva y alargada. Vestía una túnica blanca y sus pies, descalzos, flotaban unos centímetros por encima del suelo.

—Acércate, criatura —dijo el extraño. La orden había sido pronunciada con un marcado desprecio. Iba dirigida a un ser considerado inferior e incompleto. Pero Im-Annuel no se sintió ofendido por ello. Avanzó, entrecerrando los ojos, hacia la figura deslumbrante.

—¿Quién eres? —preguntó el ser luminoso en tono altivo.

—Mi nombre es Im-Annuel, soy el último sobreviviente de la devastación de este mundo, o eso creí hasta ahora. ¿Quién eres tú? —No había asomo de temor o reverencia en su voz. Esto irritó al extraño.




1. Mencionar los elementos del texto que nos ubican en un escenario propio de la ciencia ficción




2. Describe a Im-Annuel y la situación en que se encuentra este personaje en el cuento




3. ¿Cómo aparecen representados los “otros” en este cuento?




4. ¿El cuento ofrece una visión distópica u optimista del futuro? Justificar y comparar con otros de los cuentos leídos en clase

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